miércoles, 23 de septiembre de 2009

MONTSERRAT




Me encanta la lluvia de septiembre recién imbuida de nostalgia. Las primeras gotas del recuerdo, vuelan a través de cielos violetas, que se desnudan ante la mirada de los caminantes.

El otro día estuve en Montserrat. Me empapé del bosque. De sus colores salvajes, llenos de vida, su silencio roto por campanas milenarias. Mis pasos cruzaban senderos casi vírgenes, y tropezaban con viejas piedras que apenas tenían rostro pero sí conservaban el alma de sus duendes. En lo más profundo del verde vientre, una cruz se erguía firme, arraigada en la tierra. Seguro que allí enterrado estaba el cuerpo de un valiente que quiso acabar su vida en un recóndito lugar rodeado de una extraordinaria belleza.

Unos días después escribí este poema.

Las montañas me saludan
con el abrazo de las abuelas
prieto y firme, a la vez.
Misterioso y oscuro.

Resuenan las campanas,
tenues gozos violetas
derramados
en un vasto cielo.

Y huele a lluvia…

Unos segundos después
el cielo chorrea lágrimas
de “la Moreneta”.

Se ha vaciado el viento
tiñéndose de seda verde.

El romero y eucalipto
se desplazan en silencio
palpitando en la noche.

La brisa de septiembre
descalza los hombros
de los peregrinos.

El alma se arrincona
en su armario y sale
confundida
entre ráfagas de incienso.

Y el silencio se abre
como nube de inocencia.

Alodia


viernes, 11 de septiembre de 2009

INCENDIO


Me detengo un minuto, abro mis ojos y veo mi cuerpo verde, languideciendo con las llamaradas. Poco a poco, mis nervios se deshacen en madejas negras. La savia que me recorre como el océano, se tiñe de cenizas. Me estoy quemando, sí, y siento cada una de mis heridas, gritándome en la cara. Me están insultando, me irritan y vacilan como crueles salvajes regodeándose del niño más inocente. Me descompongo lentamente. Creo que en breve, perderé el sentido. No me queda nada. No me queda nadie. La soledad y la muerte son mis únicas compañeras...
Silencio perpétuo. Ganas de llorar y recoger mis restos con el alma agujereada. La destrucción ha sido total. Espero una gota de agua para calmar mi piel abrasada. Un beso del cielo con semillas de vida nueva. Un reclamo de esperanza...
Alodia
Imagen: Incendio en Honduras. (Foto de R. Butler)




sábado, 5 de septiembre de 2009

SEPTIEMBRE


Ha llegado septiembre. El aire nuevo se respira en las calles, la oficina, en casa, en la televisión. Anuncios que nos invitan a comprar colecciones de sellos, barcos, muñecas o aprender idiomas. La moda de El Corte Inglés. Series televisivas vuelven a la nueva pantalla. Muchos compañeros y amigos están malhumorados, tristes por aquellos días de verano sin reloj en mano, libres totalmente, tomando su cervecita en alguna terraza, o dándose un chapuzón en la playa. Otros sonríen porque estaban hartos del calor y no son capaces de desconectar en vacaciones. Están continuamente mirando el móvil, conectándose a Internet, son los adictos al trabajo. Finalmente están las almas inquietas que miran este mes como otra oportunidad para reemprender las tareas abandonadas, adentrarse en su interior y encontrar nuevas metas por las que luchar: pintar el cuadro deseado, escribir un libro, apuntarse a un taller de baile, o a un curso de cocina.

Me gusta septiembre porque es el mes de los inicios, de los nacimientos, igual que enero, sólo que sin sufrir los fríos que nos atan a estar en casa. El tiempo es agradable, la luz todavía se estira y lo más importante, uno viene con las energías renovadas después de un paréntesis merecido.

Alodia

Imagen: Mikhailov Eugene, "Otoño en Otoño en Parque Tauricheskiy (San Petersburgo)"