martes, 26 de febrero de 2013

LA FLAUTA DEL ANGEL

Hoy voy a recuperar un cuento escrito hace unos años que todavía me emociona al leerlo, espero que os guste.

LA FLAUTA DEL ANGEL



Érase una vez un ángel que se escapó del cielo porque estaba aburrido del mundo que le rodeaba. Vivía en completa armonía al lado de sus hermanos, del Dios Padre, de los mártires y de los Santos. Todos vivían entre las nubes. Bailaban con las estrellas y sobre todo reían. Sus ropas aladas se confundían con el brillo de la luna y sus risas se perdían en el viento. Aparentemente era una vida envidiable, pero Noel quería ver otro mundo, conocer las costumbres del resto de seres del planeta, hablar sus lenguas, adquirir sus costumbres... y esta inquietud le entristecía.

Noel siempre iba acompañado de una flauta, que era su más fiel amigo. Siempre que sentía pena, entonaba una dulce canción capaz de inmovilizar a multitudes enteras. Su corazón mágico iluminaba el escenario y las notas de su flauta apaciguaban a los mismos ladrones.

Una noche de primavera, Noel cogió su flauta y se arrojó en paracaídas desde su morada celeste. No dijo nada a nadie, pero escribió una nota a su padre en la que le indicaba que estaría un tiempo fuera y le rogaba asimismo que no le intentaran buscar.

Noel aterrizó en las proximidades del Tibet. -¡Qué lugar tan hermoso!- se dijo-. ¡Qué diferente era todo!¡Hay montañas, ríos, zonas verdes, tierras desérticas...; pero también cuánta pobreza y miseria por las calles! En Calcuta le angustiaba ver a tantos niños hundidos en el dolor y la enfermedad. Se acercaba hasta ellos, los acariciaba, los abrazaba y ellos respondían con una breve sonrisa.

Voló hasta China, Japón y Vietnann. Aprendió algo de japonés y su curiosidad le llevó a practicar artes marciales. Noel hablaba con todo el mundo que encontraba. Con signos y gestos elementales era capaz de comunicarse incluso con el más torpe. Todos le admiraban por su gran carisma. Era capaz de devolver el aliento a un moribundo, tan sólo con su sonrisa; pero cuando tocaba la flauta el mundo se paralizaba: el sol se detenía en el horizonte, el viento se colgaba de los árboles, los pájaros enmudecían, era una música celestial, alimento del alma, sed de vida.

Noel se convirtió sin saberlo en una estrella mundial. “El nuevo Dalai Lama”, “El nuevo Jesucristo”, “El gran Mesías”...Todos los periódicos anunciaban su aparición y su vida de pronto empezó a convertirse en una tortura. Todos los medios televisivos le perseguían, miles de periodistas querían obtener el mejor reportaje que nunca se hubiera escrito. Noel sólo quería ver el mundo y hacer feliz a la gente, nada más.

Huyendo de los territorios de Asia, un buen día apareció en la ciudad de Granada, en medio de la espectacular Alhambra. Cuando paseaba completamente embriagado por la belleza del lugar, se encontró de repente a una hermosa mujer llorando amargamente.

-¡Hola, hermosa mujer! ¿Qué te sucede?- le dijo amorosamente el ángel.

Rebeca, que así se llamaba ella, le devolvió avergonzada la mirada y apenas pronunció unas palabras:

-¡No es nada! ¡Ya se me pasará!

Noel cogió su flauta y tocó la canción más espléndida que jamás entonara. Rebeca por supuesto se enamoró de inmediato de aquel bello hombre.

Con el tiempo, Noel y Rebeca se hicieron amigos y después amantes; pero su destino era totalmente incierto. El tendría que marcharse algún día y abandonar al ser más puro y divino que conociera en la tierra.

Así estaban las cosas cuando una mañana de invierno, apareció el padre de Noel por la ventana de su habitación y le dijo:

-¡Hijo mío! ¿Cúando vas a volver a casa? ¡Todos te reclamamos y te echamos de menos!

-¡Padre querido! ¡No quiero volver! ¡Quiero quedarme con Rebeca y su mundo! Sé que aquí hay dolor, miserias, guerras, pero también hay amor y una magia invisible en las pequeñas cosas: ¿has probado el chocolate, papá? ¡Es sensacional! ¿Has sentido la brisa del mar sobre tu cuerpo desnudo? ¿Te has sumergido en las aguas transparentes del océano? ¿Has visto las impresionantes montañas del Himalaya? ¿Has oído el silencio en un cálido desierto iluminado por la luna? ¿Te has emocionado con la risa de un niño? ¿Has sentido la energía que se esconde en un beso, en un abrazo?... Aquí hay miles de cosas que nos perdemos allí arriba, que nunca encontraremos.

-¡Hijo, tú eres un ángel! ¡Eres inmortal! Verás envejecer a tu mujer y a tus hijos. Ellos se morirán y todos tus amigos. Y sufrirás amargamente. Para ti el tiempo no existe, pero sí para ellos. Y el tiempo no perdona a nadie.

Noel se quedó pensativo y se hundió en una profunda tristeza. Sabía interiormente que tenía que volver, que su sitio estaba arriba.

Pasaron unas semanas y un buen día, Noel con un torrente de lágrimas en los ojos se marchó de Granada. Escribió una larguísima carta a Rebeca, en la cual contaba toda su historia y dónde le prometía su amor sincero y eterno. Algún día volverían a estar juntos porque Rebeca tenía alma de ángel. Junto a su carta, estaba la flauta, el objeto más sagrado que tenía Noel.

Se cuenta que desde ese día, la flauta enmudeció para siempre y nadie pudo emitir ni tan siquiera una nota.


Micaela Serrano